Hace algunas semanas el dirigente libertario Otto Guevara me decía con evidente satisfacción y orgullo que “aunque yo no lo creyera, el Movimiento Libertario había establecido relaciones oficiales con el Partido Comunista Chino”. Le dije que por qué no le iba a creer y agregué medio en broma medio en serio, que no me extrañaba dadas las transmutaciones de los libertarios en cada proceso electoral.
Para los partido políticos de la derecha y de la extrema derecha se ha convertido en un honor ser tomados en cuenta por el Partido Comunista Chino, y compiten entre ellos para ver quién es más amigo de la gran nación asiática.
Liberación Nacional presume que ellos son los preferidos y los más confiables porque tienen el poder.
Cada vez que el expresidente Arias o ahora la presidenta Chinchilla, viajan a China se les ve de verdad felices. Tienen razones para estarlo, es bueno en todo caso para el país que China esté dispuesta a realizar inversiones y obras directas en Costa Rica, cuando ni Estados Unidos ni la Unión Europea muestran el mayor interés y el menor espíritu de coooperación.
Así que bienvenidas las inversiones y la ayudas de la República Popular China.
Lo que parece interesante es ver como partidos que practican en la política nacional el anticomunismo visceral de la guerra fría, en cuanto ven a algún movimiento popular o de izquierda movilizarse y criticar al sistema, en cuanto huelen dinero se les olvidan completamente sus sagrados “principios ideológicos”. Puede ser Dios o puede ser el Diablo, si hay negocio de por medio nos olvidamos por un rato de nuestros fundamentalismos religiosos o políticos.
Lo que parece interesante es ver como partidos que practican en la política nacional el anticomunismo visceral de la guerra fría, en cuanto ven a algún movimiento popular o de izquierda movilizarse y criticar al sistema, en cuanto huelen dinero se les olvidan completamente sus sagrados “principios ideológicos”. Puede ser Dios o puede ser el Diablo, si hay negocio de por medio nos olvidamos por un rato de nuestros fundamentalismos religiosos o políticos.
Distinto es su comportamiento cuando se trata de un país socialista o gobernado por la izquierda considerado pobre, o que en todo caso no les da nada. Entonces se ponen como fieras en defensa de la democracia y de los derechos humanos, llámese Cuba o Venezuela, por ejemplo.
Ahí sí sus principios están por encima de todo, cierran filas con los Estados Unidos y las oligarquías latinoamericanas, y arremeten contra esos países con ese fervor democrático y anticomunista ya conocido.
Ven que la tierra tiembla bajo las plantas de sus pies, como les pasó en el TLC, y encuentran subversivos comunistas hasta en la sopa, llaman a una santa cruzada contra los impíos y justifican el terror psicológico, el miedo, la mentira, el chantaje.
¡Ah!, pero les llega el olor del dinero y por arte de magia todo se les olvida, babean ante los buenos y poderosos comunistas chinos y si es necesario se postran como adoradores del becerro de oro.
Las ideologías desaparecen ante ese poderoso caballero que es don dinero.
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